martes, 12 de mayo de 2015

LOS CABALLEROS TEMPLARIOS (V).

ORIGEN DE LA ORDEN.
Desde que dos siglos atrás nueve cruzados se comprometiesen a salvaguardar a los peregrinos que visitasen Tierra Santa, la orden de los Templarios no había dejado de crecer en poder e influencia.
Poco a poco se habían extendido por Europa, y los templarios no combatientes habían librado una batalla distinta con las monarquías del continente. Sabedores de que la auténtica fuerza de una espada está en el brazo que la empuña, y la de este en el estómago que lo alimenta, y la de este en la bolsa que lo llena, habían decidido servir a Dios y a la Orden amasando oro a manos llenas. Inspirados por las prácticas ancestrales de judíos y fenicios, los templarios crearon una forma primigenia de banco, que servía de puente entre los monarcas siempre ávidos de dinero para sus guerras y francachelas de caza. Ello aumentó aún más el poder de la Orden, que además era completamente independiente del papado.
Y cuando alguien crece demasiado a su aire, se crea enemigos. Y si además sus deudores tienen el poder para aniquilarlos, pueden caer en la tentación de hacerlo. Y así fue como los monjes guerreros se labraron la inquina del rey Felipe el Hermoso, cuyas deudas eran cada vez mayores y sus posibilidades de saldarlas, más pequeñas.
Y del Papa Clemente, que envidiaba la libertad de los templarios y rabiaba porque estos no le apoyasen en las escaramuzas que deseaba librar.
Ambos se reunieron y confabularon. Pensaron en una excusa, desde los secretos rituales de iniciación dentro de la Orden, que dicen que incluían escupir sobre la Cruz, hasta los pecados de usura y simonía.
Cualquier cosa que pudiese invertir las simpatías del pueblo por los poderosos y misteriosos templarios, cuyas virginales túnicas blancas y fiereza en el combate despertaban la admiración de los comunes.
Les persiguieron, les arrestaron, les torturaron, les hallaron culpables y les encerraron. Uno a uno, eran vulnerables. Uno a uno, fueron cayendo los guerreros mejor entrenados de la Cristiandad, bajo los perros del rey, campesinos con espada que sólo tenían a su favor el número; pero no la razón, ni la justicia ni el honor.
 
ORGANIZACIÓN MILITAR.
Por su reglamentación militar, los templarios proporcionaron una disciplina colectiva, de corporación, a un mundo caballeresco hechizado por las proezas individuales. La organización templaria de la carga de caballería es el triunfo de un planteamiento en el que la actuación individual quedaba completamente subordinada a lo colectivo.
La organización en escuadrones, el uso de uniformes distintivos, como el manto blanco con una cruz roja en el pecho, o el empleo de banderas para dirigir las operaciones anticipan métodos asumidos por los ejércitos modernos.
Los templarios no marchaban nunca como una banda desorganizada, en tropel o impetuosamente, ni se precipitaban de forma impulsiva contra el enemigo, sino que «guardan siempre su puesto con toda precaución y prudencia imaginables».
Pero esa prudencia no es incompatible con un coraje destacable, pues «se lanzan sobre sus contrarios como si las tropas enemigas fueran rebaños de ovejas, y, aunque son muy pocos, no temen, de ninguna manera, a la multitud de sus adversarios ni su bárbara crueldad».
 
UN PERFECTO ORDEN DE BATALLA.
La Regla ordenaba con precisión el orden de combate a la hora de lanzar una carga de caballería, la más potente y devastadora arma empleada por las huestes cristianas contra los ejércitos musulmanes en los siglos XII y XIII.
Según los preceptos de la Regla, la hueste templaria se dividía en escuadrones, al frente de cada uno de los cuales se situaba un mando señalado, maestre o mariscal. Estos escuadrones se situaban en primera línea, y detrás los secundaban escuderos que portaban las armas y cuidaban de los caballos de refresco.
Cuando se lanzaba la carga, los escuderos debían seguir de cerca a su escuadrón, preparados para socorrer a los caballeros heridos así como para reemplazar las monturas caídas en el primer choque, pero sin participar en la carga, protagonizada por los caballeros.
Si su ejecución era buena, una carga de caballería pesada era un arma demoledora. Y un espectáculo imponente. Durante la primera cruzada, la princesa bizantina Anna Comnena afirmó en su Alexiada, una crónica de la época, que un caballero franco pesadamente armado podía traspasar las murallas de Babilonia.
En tal sentido, los templarios eran deudores del armamento popularizado en Europa occidental desde finales del siglo XI, consistente en una cota de malla que cubría cabeza, torso, brazos y piernas hasta la rodilla, un casco cónico, un caballo fuerte de combate, un escudo, una lanza larga y una espada de doble filo. Pero para que la carga fuese efectiva resultaba imprescindible que los caballeros actuasen con total cohesión.
 
HÉROES DE LAS CRUZADAS.
No sorprende que los ejércitos cruzados acostumbraran a situar a los templarios en las vanguardias y retaguardias de las columnas en marcha. Así lo hizo Luis VII de Francia tras el desastre de Cadmos. Y en 1192, Ricardo Corazón de León lideró una épica marcha de Acre a Jaffa, en la que los templarios desempeñaron un papel de primer orden en la conducción de la columna cristiana, acribillada por las saetas del enemigo.
Pero los templarios también cometieron graves errores. En 1187, Guy de Lusignan, rey de Jerusalén, decidió mover su ejército de un lugar seguro, asesorado por Gérard de Ridefort, un nefasto maestre del Temple; el resultado fue la tremenda derrota cristiana de Hattin a manos de las tropas de Saladino, sultán de Egipto.
Es cierto que las huestes templarias sufrieron serios reveses, como el de Hattin, o el de La Forbie en 1244, frente al sultán Baybars. Hubo otras ocasiones en las que los caballeros del Temple destacaron por su abnegación heroica ante un futuro más que sombrío.
Así sucedió en 1291, cuando hicieron todo lo que estaba en sus manos para defender la plaza de Acre, el último reducto cristiano en Oriente. En aquella ocasión, los templarios, sacrificándose como habían hecho muchos de sus antecesores, resistieron el ataque de los musulmanes que intentaban introducirse por las brechas de las murallas, que se desmoronaban por el bombardeo enemigo. Guillermo de Beaujeu, el último maestre templario en Tierra Santa, murió peleando durante el asalto definitivo de los mamelucos, cuando todo estaba perdido.
Es posible que la mitificación posterior de los templarios hundiera en parte sus raíces en un modo de combatir que, durante los siglos XII y XIII, influyó en el arte de la guerra en Europa occidental. Es factible imaginar que los templarios pudieron sentar ciertas bases de lo que sería la disciplina y la cohesión de los ejércitos modernos, donde uniformes y banderas serían ya elementos corporativos imprescindibles.
 
CREENCIAS HERÉTICAS ATRIBUÍDAS A LOS TEMPLARIOS.
Durante el proceso contra la Orden, se realizaron numerosas acusaciones, de las cuales la que incluye el culto a Baphomet es una de las que más popularidad ha adquirido, habiendo sido recuperada por el ocultismo a partir del siglo XIX. También se incluían rituales de renegación de la Cruz o de Cristo.
Dentro de la lista de cargos reunidos contra los templarios aparecen más de cien acusaciones. Las referentes a la idolatría son: adoración de un gato que se les aparecía en las asambleas, que en cada provincia había ídolos, a saber, cabezas, alguna con tres caras, otras con una, y otras era una calavera humana, que adoraban a esos ídolos, y especialmente durante los grandes capítulos y asambleas, que las veneraban como a Dios o como al Salvador.
Que decían que esa cabeza podía salvarlos o hacerlos ricos, que les dio la riqueza de la Orden, que hizo que los árboles florecieran o que la tierra germinase, que tocaban o rodeaban cada cabeza de los citados ídolos con pequeños cordones que luego se ceñían alrededor del cuerpo y que actuaban así como veneración a un ídolo.
 
COMISIÓN PAPAL.
La comisión papal asignada al examen de la causa de la Orden había asumido sus deberes y reunió la documentación que habría de ser sometida al Papa y al Concilio convocado para decidir sobre el destino final.
La culpabilidad de las personas, que se evaluaba según lo establecido, no entrañaba la culpabilidad de la Orden. Aunque su defensa fue efectuada deficientemente, no se pudo probar que ésta, como cuerpo, profesara doctrina herética alguna o que una regla secreta, distinta de la regla oficial, fuese practicada.
En consecuencia, en el Concilio General de Vienne, celebrado el 16 de octubre de 1311, la mayoría fue favorable al mantenimiento de la Orden, pero el Papa, hostigado por la corona de Francia, adoptó una solución salomónica: decretó la disolución, no la condenación, y no por sentencia penal, sino por un decreto apostólico.
En los otros países europeos, las acusaciones no fueron tan severas, y sus miembros fueron absueltos, pero, a raíz de la disolución de la Orden, los templarios fueron dispersados y sus bienes repartidos entre los diversos estados y la Orden de los Hospitalarios.
En la Península Ibérica pasaron a la corona de Aragón en el este peninsular, a Castilla en el centro y norte, a Portugal en el oeste y a los Hospitalarios. Tanto en Aragón como en Castilla surgieron varias órdenes militares que tomaron el relevo a la disuelta, como la orden de los Frates de Cáceres, Santiago, Montesa, Calatrava o Alcántara, a las que se concedió la custodia de los bienes requisados.
En Portugal, el rey Dionisio les restituye en 1317 como Caballeros de Cristo, asegurando así las pertenencias de la Orden en este país.
En Polonia, los Hospitalarios recibieron la totalidad de las posesiones de los Templarios.
 
PROCESO CONTRA LOS TEMPLARIOS.
Repasar la historia y repasar nuestros titulares del siglo XXI no es un ejercicio demasiado distinto. Entonces y ahora la corrupción en lo alto era y es el pan nuestro de cada día. Entonces y ahora los poderes públicos se doblaban al servicio de quienes carecen de escrúpulos.
Los documentos que sirvieron al Tribunal papal para decidir la suerte de los templarios se encuentran en el Archivo Secreto del Vaticano, y se habían extraviado desde el siglo XVI, después de que un archivero los guardase en un lugar erróneo.
En 2001, la investigadora italiana Bárbara Frale los encontró y su estudio mostró que el Papa Clemente V no quiso en principio condenar a los templarios, aunque finalmente, cediendo a las presiones del rey de Francia, Felipe IV, terminaría haciéndolo.
El jueves 25 de octubre de 2007, los responsables del Archivo Vaticano publicaron el documento Processus contra Templarios, que recopila el Pergamino de Chinon, o las actas de exculpación del Vaticano a la Orden del Temple, precisamente el año en que se conmemoraba el 700º aniversario del inicio de la persecución contra la Orden.
El acto tuvo lugar en la Sala Vecchia del Sínodo, en el Vaticano, con la asistencia  de Raffaele Farina, archivista bibliotecario de la Santa Romana Chiesa; Sergio Pagano, prefecto del Archivo Secreto Vaticano; Bárbara Frale, descubridora del pergamino y oficial del archivo; Marco Maiorino, oficial del archivo; Franco Cardini, medievalista, y Valerio Massimo Manfredi, arqueólogo y escritor.
El Pergamino de Chinon, uno de los documentos del volumen Processus contra Templarios presentado por el Vaticano, corrige la leyenda negra sobre la Orden y muestra que todas las acusaciones fueron injurias que hizo Felipe IV para beneficio propio.
Dicho pergamino contiene la absolución del papa Clemente V a los Templarios. Aun cuando este documento tiene una gran importancia histórica nunca fue oficial y aparece fechado con anterioridad a las Bulas Vox in excelso, Ad providam y Considerantes, donde se procedió a la disolución de la Orden y la distribución de sus bienes, quedando como una expresión de la conciencia personal del Papa.
Está fechado en agosto de 1308. En esas mismas fechas, el Papa emite la bula Facians Misericordiam, donde confirma la devolución de la jurisdicción a los inquisidores y emite el documento de acusación a los templarios, con ochenta y siete artículos de acusación. Asimismo, emite la bula Regnans in coelis, por la que convoca el Concilio de Vienne.
Por tanto, estas dos bulas, que sí fueron promulgadas oficialmente, tienen validez desde el punto de vista canónico, mientras que el documento de Chinon es un mero "borrador" de gran importancia histórica, pero escasa importancia jurídica.
En la segunda sesión del Concilio de Vienne, el 3 de abril de 1312, se aprueba la Bula Vox in Excelso, emitida por el propio Papa Clemente V el 22 de marzo de 1312, confirmada por la Bula Ad Providam de 2 de mayo de 1312. En ambas se declara la disolución definitiva de la Orden.
Según el texto de Vox in excelso: "Nos suprimimos (...) la Orden de los Templarios, y su Regla, hábito y nombre, mediante un decreto inviolable y perpetuo, y prohibimos enteramente Nos que nadie, en lo sucesivo, entre en la Orden o reciba o use su hábito o presuma de comportarse como un templario. Si alguien actuare en este sentido, incurre automáticamente en excomunión".
 
PROCESSUS CONTRA TEMPLARIOS.
Processus contra Templarios establece que:
-El Papa Clemente V no estuvo convencido de la culpabilidad de la Orden del Temple.
-La Orden del Temple, su Gran Maestre Jacques de Molay y el resto de los templarios arrestados, muchos de ellos ajusticiados posteriormente, fueron absueltos por el Santo Padre luego de ser ajusticiados o quemados vivos.
-La Orden nunca fue condenada, sino disuelta, fijando la pena de excomunión a quien quisiera reeditarla.
-El Papa Clemente V no creyó en las acusaciones de herejía y por ello permitió a los Templarios ajusticiados recibir los Sacramentos, a pesar de lo cual, fueron ajusticiados en la forma en que la jurisdicción canónica establecía para los herejes relapsos, aquellos que después de confesar, se echan atrás en sus confesiones.
-Clemente V negó las acusaciones de traición, herejía y sodomía con las que el Rey de Francia acusó a los Templarios, no obstante lo cual, convocó el Concilio de Vienne para confirmar dichas acusaciones.
-El proceso y martirio de templarios fue un “sacrificio” para evitar un cisma en la Iglesia católica, que no compartía en su gran parte las acusaciones del Rey de Francia, y muy especialmente de la Iglesia francesa.
-Las acusaciones fueron falsas y las confesiones conseguidas bajo torturas.
A la vista de los documentos históricos cabe resumir que, aunque el Papa Clemente V intentara en su fuero interno evitar la condena a los templarios, su debilidad frente a Felipe IV de Francia hizo que continuara con el proceso de disolución de la Orden. Este proceso de disolución acaba en 1312.

BULA AD PROVIDAM.
La bula Ad Providam, que no ha sido al día de hoy derogada, dice al respecto:
"... Hace poco, Nos, hemos suprimido definitivamente y perpetuamente la Orden de la Caballería del Templo de Jerusalén a causa de los abominables, incluso impronunciables, hechos de su Maestre, hermanos y otras personas de la Orden en todas partes del mundo... Con la aprobación del Sacro Concilio, Nos, abolimos la constitución de la Orden, su hábito y nombre, no sin amargura en el corazón. Nos, hicimos esto no mediante sentencia definitiva, pues esto sería ilegal en conformidad con las inquisiciones y procesos seguidos, sino mediante orden o provisión apostólica".
 
EL FINAL DE LA ORDEN.
Un viernes, el 13 de octubre de 1307, la Orden de los Caballeros Templarios fue perseguida por la Santa Inquisición, arrestándoles simultáneamente esa misma noche en toda Europa. La causa de esto fue la suposición de que los caballeros se reunían a hacer celebraciones paganas y practicar la herejía. Por ello fueron asesinados o condenados a la hoguera, en una matanza colectiva.
La Torre del Homenaje en el castillo de Chinon, desde donde se otea el río Vienne, fue la cárcel de Jacques de Molay, último gran maestro de la orden del templo. En Chinon, sometido en la actualidad a una completa reconstrucción, los templarios aguardaron inútilmente a que el Papa de Aviñón les salvara de las falsas acusaciones formuladas por el rey de Francia.
Ritos obscenos de iniciación, sodomía, adoración a un gato, escupir a la imagen de Cristo… fueron los cargos presentados contra los templarios y que muchos de ellos reconocieron tras ser torturados. La Iglesia, que no veía con buenos ojos la persecución desatada por el rey francés y conocía los “recursos” utilizados para que los reos se auto inculparan, exigió que a los templarios se les permitiera defenderse.
Pero los sucesivos procesos judiciales canónicos y civiles, como el llevado a cabo en Chinon por una comisión papal de tres cardenales, no sirvieron para exonerar a los caballeros.
Éstos, dejaron en las paredes de su mazmorra unas inquietantes inscripciones, conocidas como los “grafiti de Chinon”, donde aparece buena parte  de la simbología templaria.
A pesar de que los interrogatorios instados por el papa Clemente dieron como resultado la absolución por parte de la curia eclesiástica, el rey Felipe IV hizo caso omiso del documento, el cual estuvo oculto en los archivos vaticanos hasta el año 2002.
La orden de los templarios se disolvió en 1312 según decreto del Concilio de Vienne. Entre 1307 y 1312 los templarios fueron sometidos a todo tipo de interrogatorios y confesiones bajo tortura, entre retractaciones, concilios y bulas papales, hasta que finalmente Molay y los suyos terminaron  encerrados en la Casa del Temple, en París, dejados a la suerte de Felipe IV y de su valido Guillermo de Nogaret.
Tras ser enjuiciados en Notre Dame por una nueva comisión papal y condenados a cadena perpetua, Molay y Godofredo de Charnay, comendador de Normandía, se retractaron de sus confesiones de culpabilidad y, por ello, fueron conducidos a la hoguera, el 18 de marzo de 1314.
En la pira instalada en la isla de los judíos, en el Sena, mientras las llamas abrasaban su piel, Molay lanzó su maldición a quienes les habían conducido al cadalso: no tardarían más de un año en someterse al Juicio Final.
Y así fue: el Papa de Aviñón murió un mes y dos días después de las ejecuciones, Nogaret en mayo y Felipe IV cayó desplomado el 29 de noviembre cuando cazaba por los bosques de Fontainebleau, a sólo ocho meses de la muerte de Molay. Su dinastía, la de los Capeto, desaparecería catorce años después.

TEMPLARIOS EN LA ACTUALIDAD.
Lo cierto es que los templarios desaparecieron de la Historia, pero muchos no lo aceptaron. Cuando a principios del siglo XVIII surgió la masonería, algunos masones pretendían descender de los templarios, que siglos atrás habrían creado las primeras logias en Escocia.
Al inicio del XIX, en 1808, se celebró en París una gran conmemoración del “mártir templario”, Jacques de Molay, con el respaldo de Napoleón, a quien interesaba desprestigiar a la monarquía tradicional. Y conforme avanzaba ese siglo, el movimiento romántico puso a los templarios entre sus héroes favoritos.
Luego serían los adeptos al ocultismo quienes pretenderían recuperar la tradición templaria, mientras que otros buscaban sus tesoros siguiendo mapas astrales y topografías esotéricas.
Ya en el siglo XX han surgido una treintena de organizaciones que se llaman y pretenden templarias. Algunas como la Orden de Molay, aparecida en Kansas City en 1919, tuvieron entre sus miembros a celebridades como Walt Disney. ¿Puede alguien creerse al padre del Pato Donald como templario?
Otras son menos jocosas por el atractivo que han tenido para neonazis, extremistas de derecha o fundamentalistas enloquecidos. Pero no hay que ser raro ni marginal para sentir la fascinación de los templarios, como demuestra la gran cantidad de libros de todo tipo que se venden sobre el tema.
Entre ellos, el mayor fenómeno mediático de la industria literaria, El Código da Vinci. Algunos pueden pensar que la famosísima novela ha contribuido a resucitar la afición a los templarios. En realidad es al revés, El Código da Vinci no ha hecho más que incorporar astutamente un sujeto fascinante para las masas.
Pero debido al misterio con que se ha adornado siempre la historia de la Orden del Temple, después de su disolución han ido apareciendo autoproclamados sucesores de la misma.
A principios de 1981, la Santa Sede se tomó el trabajo de confeccionar una lista de organizaciones que se declaraban sucesoras de los templarios y encontró más de cuatrocientas.
Cierto que la inmensa mayoría de ellas no son sino grupos de pantalla para cubrir otros fines, con prácticas que bordean el límite de lo lícito, y, algunas otras, con un claro comportamiento sectario, como la famosa secta Orden del Templo Solar. Incluso existen organizaciones delictivas.
Algunas asociaciones de esta lista, sin embargo, dedican su trabajo a fines altruistas, a fines menos prácticos pero inocuos o algunas "Hermandades o Maestrazgos", que en definitiva no son de linaje templario, sino más bien proyectos personales.
Algunas corrientes masónicas también dicen descender de los templarios, como el Rito Masónico Templario y la Estricta Observancia Templaria del Barón d'Hund, y algunos ritos masónicos tienen grados relacionados con los templarios.
De hecho, Andrew Mitchell Ramsay, considerado el padre de la masonería escocesa como la conocemos hoy en día, en su "Discurso" afirmaría sin ambages que los cruzados habían fundado la masonería en Tierra Santa, y que dicha masonería no era sino la Orden del Temple.
La famosa Capilla Rosslyn sería atribuida sin fundamento a los templarios, dando inicio a leyendas en las que se dice que escondieron en su ornamentación las claves de su supuesto saber hermético y del lugar de su tesoro.
Pero ninguna de las organizaciones existentes hoy en día puede probar, en manera alguna, su efectiva y legal descendencia de la Orden fundada por Hugo de Payens y sus Pobres Caballeros de Cristo.
 

EL CURIOSO ORIGEN DE VIERNES 13 COMO FECHA FATÍDICA.

En España y otros países de la cuenca mediterránea de históricas convicciones católicas, tenemos como día de mala suerte para los supersticiosos, el martes 13, se unen en esta fecha dos motivos, el 13, como el numero de los asistentes a la ultima cena 12 apóstoles y Cristo con el resultado de todos conocido y el martes por que fue el día de la caída de Constantinopla en el siglo XV poniendo el punto final al poder político absoluto del Papado.
Viernes 13, día de mala suerte en las culturas anglosajonas. Para aquellos supersticiosos que teman este día su fobia tiene un nombre: Collafobia. ¿Pero a qué se debe que el Viernes 13 sea considerado un día maldito?
Los estudiosos de las supersticiones indican que este temor nace en un hecho histórico en concreto, un hecho que durante setecientos años se ha visto envuelto en todo tipo de polémicas por las circunstancias que lo envolvieron.
Procede de la fecha del viernes 13 de octubre de 1307, fatídico día que los caballeros templarios fueron detenidos al unísono y en toda Europa por orden de la Santa Inquisición instigados por Felipe IV de Francia y ampara, en esta fecha se produjo la detención, asesinato o condena en la hoguera, de la mayoría de los miembros de la orden del temple, perdiéndose en consecuencia los secretos de la Sangre Real, del baphomet, de su excepcional modo de batalla, de la organización interna, etc.
Fue otro viernes 13 cuando el ultimo Gran Maestre templario grito en la hoguera su conocida maldición a sus asesinos:
“Ya se acerca el verdugo a Jacques de Molay, con la antorcha encendida en la mano. En el amanecer grisáceo, la bola de fuego anaranjado arranca ocasionales tonalidades azuladas del cielo encapotado. El viejo templario, que tiembla de frío y de miedo, casi agradece el calor de la antorcha cuando prende la base de la pira, mandando una engañosa y agradable sensación a sus pies helados.
«Dieu vengera notre mort!», musita el anciano varias veces, como ensayando para sí mismo, antes de tomar aire y repetirlo a gritos. Y su garganta reseca encuentra fuerzas para proclamar su inocencia. La voz cascada se aclara por última vez, y el viejo semidesnudo vuelve a ser un príncipe de la cristiandad.
Un gigante poderoso cuya maldición vuela por encima de las cabezas de la gente, espanta a las palomas que anidan entre las gárgolas de Notre Dame, y se alza hacia el cielo para convertir el epitafio en presagio.
«¡Pagarás por la sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo! ¡Y tú, Clemente, traidor a tu Iglesia! ¡Dios vengará nuestra muerte, y ambos estaréis muertos antes de un año!».
Las llamas muerden los pies del anciano, convirtiendo el final de su proclama en un alarido de dolor, que sella su destino y firma con sangre la maldición.”
Una maldición que se cumplirá al pie de la letra, pues tanto el Papa como el rey de Francia mueren a los pocos meses.
Castigo divino o no vivirá para siempre en la imaginación de todos nosotros la leyenda de los valientes y abnegados defensores del Santo Sepulcro, de los monjes que partían a mandoblazos cráneos de sus semejantes sin sentir ni por asomo la ironía: La leyenda de los Caballeros Templarios.
Por cierto, no seáis supersticiosos... da mala suerte.

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