domingo, 7 de junio de 2015

JARDÍN BOTÁNICO SANTA CATALINA.

 
Un paseo por Santa Catalina: un jardín que florece en las ruinas de un convento.

El Jardín botánico de Santa Catalina es un paraíso natural ubicado entre las ruinas de un convento en el pueblo de Trespuentes, perteneciente al municipio de Iruña de Oca. Con más de mil doscientas especies botánicas provenientes de los cinco continentes.
En una superficie de tres hectáreas, se dividen en tres áreas donde se pueden ver plantas autóctonas, orientales,  árboles  australianos,   gran  variedad  de
especies    acuá-
ticas, etc.
En la Sierra de Badaia, junto a Vitoria, con las labores de recuperación y consolidación de las ruinas del monasterio se está poniendo en valor el patrimonio arquitectónico y botánico del lugar.
Castaños, fresnos, orquídeas, magnolios, nenúfares, lavandas y más de 1.200 especies vegetales viven en este parque.
 

LOCALIZACIÓN.
La localidad de Trespuentes pertenece al municipio de Iruña de Oca/Iruña Oka y de la Cuadrilla de Añana, formando parte del Partido Judicial de Vitoria-Gasteiz, en la Provincia de Álaba-Araba, situado a 503 metros de altitud.
Trespuentes es conocido principalmente por su puente romano de trece arcos, que fue declarado Monumento Histórico Artístico Nacional. Cabe destacar la Parroquia de Santiago Apóstol y cerca las ruinas del Convento de Santa Catalina, donde se encuentra el Jardín Botánico.
Ya aparece como Trasponte en un documento de 1025 variando de denominación en años posteriores como: Transpuent en 1266,  Traspuentes 1294, Transponte en 1602, Tresponte en 1632.
El apellido del mismo nombre aparece como Trespuente (Albarez de) en 1066; Trasponte (Martini de) en 1138.
Tal vez, a fines del s. XVIII, sus habitantes conocían todavía el euskera, sin embargo, en el mapa de L. L. Bonaparte (1863) esta localidad figura muy alejada de la línea de dominio del euskera.
 
Lugares a visitar.
En el núcleo se encuentra una casa de mediados del s. XVII, del tipo hidalga rural, con escudo. El Molino Fuerte de Axpea, que se encuentra a orillas del Zadorra. Edificado a finales del s. XIII o principios del XIV, de mampostería dispuesta en hileras, puerta principal perforada por saeteras, rematada en arco apuntado. Destacan asimismo los restos de la Casa Fuerte de los Iruñas de la misma época, de la que se conservan los lados este y oeste y dos torreones de mampostería con saeteras, arcos apuntados y hermosas dovelas. También están los restos de lo que fue palacio, con ventanas con arco de medio punto y puerta apuntada.
Puente romano, declarado Monumento Histórico Artístico Nacional en 1915. De 13 arcos de medio punto encajados, está hecho de lajas de piedra pizarrosa unidas por argamasa, excepto en los tajamares y en las roscas de los arcos, que están sentadas a hueso. En el puente y en el tramo que conduce al oppidum de Iruña, quedan restos de la antigua Calzada Romana.
Respecto al arte religioso, cabe destacar la Parroquia de Santiago Apóstol con planta de cruz latina. Obra de fines del s. XV y comienzos del XVI. A fines del s. XVII se construye también la torre de planta cuadrada ubicada en el ángulo nordeste.
Se rehízo posteriormente y en la actualidad cubre con chapitel metálico. La espadaña, obra de Anselmo de Murua, tiene tres arcos para las campanas.
También se conservan ruinas del Convento fundado sobre la torre y palacio por Andrés Martínez de Iruña en 1411, habiendo donado los edificios a la orden jerónima para tal fin bajo la advocación de Santa Catalina de Badaia o Nuestra Señora de Gracia, lugar donde se encuentra el Jardín Botánico al que nos lleva la visita de hoy.
 
JARDÍN BOTÁNICO SANTA CATALINA.
Siguiendo varias fases de intervención, se aprovechó la ubicación del antiguo convento en una zona de confluencia de dos climas. El húmedo cantábrico en la zona sombría y el mediterráneo en la solana, que garantizaba la permanencia de una gran riqueza vegetal.
Está dividido en tres grandes zonas: umbría, fondo del valle y solana, con multitud de árboles, flores y plantas.
A la entrada del Parque se encuentra el Centro de Interpretación, un espacio que acoge diferentes exposiciones y programa periódicamente actividades para niños.
En la zona de valle, que es el acceso al antiguo Monasterio, se ha procedido a ordenar las distintas especies plantadas, creando jardines temáticos que el visitante se encuentra de manera sucesiva.
El jardín del fuego, con plantas de color rojo que lo reciben tras pasar el control; el jardín del aire, con cierres de parterres que recuperan las antiguas delimitaciones de parterres de origen medieval; el jardín de la tierra y el jardín del agua con un hermoso puente de madera que los cruza.
Se estima que en el jardín podemos encontrar más de 300 especies autóctonas, entre ellas destacan las quince clases de orquídeas, cuya espectacular floración se desarrolla en primavera.
Se estima que en el jardín podemos encontrar más de 300 especies autóctonas, entre ellas destacan las quince clases de orquídeas, cuya espectacular floración se desarrolla en primavera.
También el conjunto cromático formado por la encina siempre verde y el arce de Montpellier, muy numeroso en todo el parque y considerado como símbolo del mismo, que en otoño adquiere un color rojizo.
Conviene fijarse en las hiedras de las ruinas y en la abundancia de líquenes, indicadores de la pureza del aire en este espacio.
Dentro de la fauna exótica abundan los elegantes arces japoneses, las araucarias, los cedros, los cactus cuya espectacular floración solo dura dos días o los bulbos de primavera de narcisos, tulipanes y anémonas.
Una de las mayores atracciones del jardín son sus plantas aromáticas: la franja morada de las salvias, la sutileza del tomillo, la fuerza del romero o la serenidad de la lavanda.
 
EL MONASTERIO.
Los restos de la poderosa arquitectura del monasterio erigido entre los siglos XIII y XV sirven de telón de fondo para el jardín y ha pasado a formar parte esencial del conjunto, con el inicio de las labores para su conocimiento, consolidación y puesta en valor.
La Casa Torre del siglo XIII, fue cedida a los Jerónimos en el siglo XIV como convento y estuvieron aquí durante sesenta y cinco años; luego se fundó el monasterio agustino, orden que se mantuvo hasta el siglo XIX, cuando fue quemado en la Primera Guerra Carlista.
Tras eliminar las enredaderas que escondían los muros y huecos, se han identificado las distintas partes de la antigua edificación.
La reconstrucción de aspilleras o saeteras, dinteles o arcos en las antiguas ventanas, de acuerdo a lo que previamente existía, se ha resuelto con una delicada solución de perfiles y tableros de madera de pino, que ayudan a entender el conjunto y que no confunden con respecto a la cronología real de la actuación. En el caso de que se desconociera cuál era la tipología del hueco preexistente, los arquitectos han planteado sólo el apeo con perfiles de pino de 15×7 sin recurrir a una forma imaginada.
Una vez finalicen el estudio arqueológico y el histórico-constructivo que permita identificar las distintas fases de construcción, en las siguientes fases de intervención se evocará la arquitectura a través de la jardinería.
Los “jardines secretos” serán una evocación de la arquitectura previa y sus usos: en la Iglesia, que mantiene sus muros, el coro elevado aprovechando la roca natural, los rosetones y la espadaña, se situará el jardín del alma; en el claustro, el jardín del tiempo; en la sala capitular, el jardín del pensamiento, mediante la creación de nuevos jardines, y permitirá entender esa maravillosa ruina enclavada en un paraje espectacular.
 
UN PEQUEÑO REPORTAJE FOTOGRÁFICO.
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