El olvidado cementerio para los peregrinos quiere revivir.
(Publicado el 10.02.2015 en ABC)
El Xacobeo trabaja para recuperar la
memoria del recinto en el que durante siete siglos, en la trasera del
Obradoiro, eran enterrados quienes morían al alcanzar la meta del Camino.
Siglos
atrás, al peregrino a veces le esperaba
la muerte en Compostela. En Santiago encontraba no sólo la meta del Camino,
sino también la última etapa de su vida. Durante centurias, sus cuerpos
yacieron muy cerca de la tumba del
Apóstol, en un pequeño cementerio
situado en la trasera de la plaza del Obradoiro, a los pies del Pazo de
Raxoi. Es de esos vestigios de la tradición jacobea que han quedado en el
olvido. Pero el Xacobeo se ha
propuesto recuperar su memoria. Así lo comentó el pasado sábado uno de sus
técnicos, Manuel Rodríguez,
durante el curso de formación para hospitaleros encargados de la acogida en la
ruta.
«Bajo la superficie hoy ajardinada reposaron los restos de peregrinos de toda Europa fallecidos en la ciudad. Nació a principios del siglo XIII con la creación del hospital de Santiago, al que se asoció», escribe este investigador, gran conocer del Camino, en su última obra «Santiago de Compostela para los peregrinos», una «guía secreta» para saber dónde mirar en la capital gallega.
Este recinto, junto a la iglesia de San Fructuoso, fue clausurado a principios del siglo XIX, después de haber acogido «a fallecidos de todo el orbe cristiano durante más de setecientos años». Pero no sólo. Como prueba de «la alta consideración» que este camposanto tenía, Rodríguez apunta que «Ángel Blanco de Salcedo, canónigo de la Catedral y administrador del hospital real, mandó enterrarse en él en 1710».
Era habitual que a lo largo del Camino hubiera cementerios de peregrinos porque, explica el especialista, «la muerte formaba parte de esta aventura épica y espiritual a través de Europa». Pero el santiagués era el más especial dado que, por su ubicación, «permitía reposar eternamente a los pies del anhelado Apóstol». Allí eran sepultados «con una concha de vieira. Así serían identificados en el Cielo como amigos de Santiago e intercedería por ellos».
«Bajo la superficie hoy ajardinada reposaron los restos de peregrinos de toda Europa fallecidos en la ciudad. Nació a principios del siglo XIII con la creación del hospital de Santiago, al que se asoció», escribe este investigador, gran conocer del Camino, en su última obra «Santiago de Compostela para los peregrinos», una «guía secreta» para saber dónde mirar en la capital gallega.
Este recinto, junto a la iglesia de San Fructuoso, fue clausurado a principios del siglo XIX, después de haber acogido «a fallecidos de todo el orbe cristiano durante más de setecientos años». Pero no sólo. Como prueba de «la alta consideración» que este camposanto tenía, Rodríguez apunta que «Ángel Blanco de Salcedo, canónigo de la Catedral y administrador del hospital real, mandó enterrarse en él en 1710».
Era habitual que a lo largo del Camino hubiera cementerios de peregrinos porque, explica el especialista, «la muerte formaba parte de esta aventura épica y espiritual a través de Europa». Pero el santiagués era el más especial dado que, por su ubicación, «permitía reposar eternamente a los pies del anhelado Apóstol». Allí eran sepultados «con una concha de vieira. Así serían identificados en el Cielo como amigos de Santiago e intercedería por ellos».
Nada que lo identifique.
En su libro, Rodríguez lamenta que «hoy tristemente nada recuerda la fuerte simbología de este lugar», pero la iniciativa en la que trabaja el Xacobeo podrá contribuir a solventar este olvido que padecen también otras insignias históricas del Camino repartidas por el casco viejo de Compostela. «La clave para mejorar es la conexión esencial con la ciudad peregrina del pasado — apuntó durante su divulgativa charla en el Hostal de los Reyes Católicos Rodríguez, que gestiona las relaciones del Xacobeo con las muchas asociaciones de amigos de todo el mundo—. El Camino de Santiago generará más riqueza cuanto más auténtico sea».
Tampoco reparan ya los peregrinos del siglo XXI en la fuente de la rúa do Franco, visitada desde la Edad Media y hasta el XIX puesto que su agua se consideraba milagrosa. Tanto, que de hecho a sus cualidades se atribuye el milagro del ciego San Franco de Siena, que habría recuperado la vista al beber. A escasos metros, separada por un bar, todavía persiste hoy una pequeña y casi imperceptible capilla tras una reja. Cuenta la leyenda —y así lo atestigua una placa— que junto a ella se apalancaron los bueyes que arrastraban el cuerpo del Apóstol. Sin embargo, al carecer de elementos que anuncien su antigua relevancia, casi nadie se detiene ya.
En su libro, Rodríguez lamenta que «hoy tristemente nada recuerda la fuerte simbología de este lugar», pero la iniciativa en la que trabaja el Xacobeo podrá contribuir a solventar este olvido que padecen también otras insignias históricas del Camino repartidas por el casco viejo de Compostela. «La clave para mejorar es la conexión esencial con la ciudad peregrina del pasado — apuntó durante su divulgativa charla en el Hostal de los Reyes Católicos Rodríguez, que gestiona las relaciones del Xacobeo con las muchas asociaciones de amigos de todo el mundo—. El Camino de Santiago generará más riqueza cuanto más auténtico sea».
Tampoco reparan ya los peregrinos del siglo XXI en la fuente de la rúa do Franco, visitada desde la Edad Media y hasta el XIX puesto que su agua se consideraba milagrosa. Tanto, que de hecho a sus cualidades se atribuye el milagro del ciego San Franco de Siena, que habría recuperado la vista al beber. A escasos metros, separada por un bar, todavía persiste hoy una pequeña y casi imperceptible capilla tras una reja. Cuenta la leyenda —y así lo atestigua una placa— que junto a ella se apalancaron los bueyes que arrastraban el cuerpo del Apóstol. Sin embargo, al carecer de elementos que anuncien su antigua relevancia, casi nadie se detiene ya.
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