Zumaia.
Zumaya, en euskera y oficialmente Zumaia, es un municipio del País Vasco perteneciente a la provincia de Gipuzkoa. Está situado a orillas del mar y de la bahía donde confluyen los ríos Urola y Narrondo.
La villa como tal no se constituyó jurídicamente hasta 1347, cuando el rey Alfonso XI confirmó a sus fundadores la Carta Puebla de "Villa de Villagrana de Zumaya", a la que se le concedió el mismo fuero que San Sebastián.
Los historiadores coinciden en que la villa surgió en torno al monasterio de Santa María. El mismo que en el año 1292 había sido donado mediante un privilegio por el rey de Castilla Don Sancho IV al convento de Roncesvalles, según consta en el primer pergamino conservado que cita el lugar de "Zumaya". Sus monjes fueron testigos directos del nacimiento de esta villa.
En el medievo los habitantes dispersados por el valle de Sehatz hartos de sufrir continuos ataques de piratería y pillaje, decidieron abandonar sus casas y levantar una villa amurallada y fortificada desde donde pudieran defenderse en grupo contra el enemigo. El lugar elegido fue Zumaya, entre otras razones por su amplitud, su situación estratégica y su contacto directo con el mar. De ahí que su iglesia conserve el porte defensivo. Hoy no existen ni vestigios de aquella fortificación que sólo se interrumpía a la altura de casas solares y torres que podían desempeñar la misma función defensora que el muro.
En cuanto al significado del topónimo Zumaya, proviene de zuma o zume, mimbre en euskera, planta que abundaba en la zona. Con respecto a Villagrana, parece que se debe a la "grana" que entonces producían los abundantes encinares que existían.
El siglo XVI, Zumaya contaba con 136 casas, 70 de ellas repartidas entre las seis calles que existían dentro de la muralla, y las restantes desperdigadas por los tres barrios que quedaban fuera de ella. En total eran 108 los apellidos avecindados, 53 de ellos con la calificación de hidalguía. Los portales, incluido el Portal Principal de la villa y la gran cruz que lo presidía, fueron destruidos a mediados del XVIII para que "quedase más despejada". La única puerta natural, la de la barra de la mar, era al parecer la más peligrosa, por ser la más accesible.
Desde entonces, incontables veces se ha fundido el metal de las campanas de su parroquia. Hace ya tiempo que jubilaron la vieja campana mayor, la misma a la que el alcalde ordenó en 1578 dar seis golpes tres veces consecutivas para que la gente se diese por enterada y acudiese más asiduamente a las reuniones del regimiento. Ya no comienzan las actas municipales con aquel "reunidos al son de campana tañida...".
Tampoco se cortan dos encinas, como se hacía antiguamente, la víspera de la reunión de las Juntas Generales, que se celebraban en la villa cada 18 años, para ofrecer leña y carbón al secretario de la provincia. Lo que no ha cambiado es la decisión adoptada en una de estas sesiones de nombrar Patrona de la Villa a la Inmaculada Concepción de la Virgen María, aunque hoy en día se festeje más el día de San Telmo. Fue el 27 de diciembre de 1620, el mismo día en que se eligió a San Ignacio de Loyola Patrón de Gipuzkoa.
El paso de los años, ha traído consigo lógicamente muchos cambios tanto en las antiguas ordenanzas municipales, redactadas en 1584, y en el desarrollo urbano como en las costumbres y forma de vida de sus vecinos. Es la actividad económica predominante de cada época una de las mejores claves para asimilar el desarrollo de la villa desde su fundación hasta nuestros días.
La mayoría de los primeros habitantes de la villa se dedicaba al cultivo del campo, aunque su agrupamiento aceleró la aparición de algunas actividades profesionales e industriales. Ya a finales del siglo XIV se construían naves en la ría. Un alto porcentaje de la población se dedicaba a la pesca y a la navegación. La ría entonces era muy rica y en ella se podían pescar variadas especies, entre ellas salmones, truchas, marisco y anguilas.
Muchos compaginaban la pesca costera con la agricultura, aunque ya para entonces era una actividad importante la fabricación de cemento, para lo cual aprovechaban las materias de terrenos terciarios de los alrededores. Desde el puerto partían mercancías hacia los Países Bajos y se importaban productos manufacturados.
Hay incluso algún historiador que cita el barco de pasaje que unía la villa con la ermita de Santiago, hospedaje habitual de los peregrinos que iban hacia Compostela, entre las fuentes de ingreso más destacables de Zumaya en el siglo XVI.
Los dos siglos posteriores no fueron épocas de esplendor; más bien todo lo contrario. El campo continuaba siendo la principal base económica y la actividad que más ocupaba a los vecinos, a pesar de que Zumaya seguía siendo deficitaria agrícolamente, especialmente en la producción de trigo, maíz y habas; hasta el punto que en 1766 se llegaron a reconocer todas las casas para comprobar si alguien guardaba más grano del necesario para su mantenimiento. La situación comenzó a mejorar muy avanzado el siglo XVII, entre otras razones porque la desecación de las marismas posibilitó el cultivo de los antiguos juncales y, consecuentemente, el aumento de la producción agrícola, especialmente la de maíz.
Había gente dedicada al transporte, tanto marítimo como terrestre, de mercancías, principalmente hierro, y la actividad pesquera se mantuvo e incluso creció. Algunos años antes a 1610 se fundó la Cofradía de Mareantes de San Telmo. Fue en esa época cuando se acentuó la emigración, que comenzó a finales del XVI y no cesó hasta dos siglos después con el resurgimiento económico.
Ya en el siglo XIX las fábricas de cemento se convirtieron en el motor de la economía de la villa, y éstas a su vez potenciaron la actividad comercial del puerto. El transporte terrestre también mejoró en esta época. Entre los años 1882 y 1885 se construyó la carretera que une Zumaya con Guetaria que ya comunicaba con San Sebastián, en 1900 llegó el tren que unía Deba con Zarauz, y en 1926 se inauguró el ferrocarril del Urola, hoy desaparecido.
La mejora de las comunicaciones, no obstante, perjudicó al puerto de Bedua, que vio agonizar su actividad comercial debido a que el puente del Urola impedía el paso a los barcos río arriba.
La industria del cemento comenzó a decaer a principios del siglo XX, al mismo tiempo que resurgía con fuerza la industria naval y poco después la industria del motor. Un dato importante a este respecto es que en Zumaia, concretamente en Yeregui Hermanos, se montó el primer motor diesel de todo el Estado. Este auge industrial provocó, lógicamente, un notable aumento de la población, debido sobre todo a la inmigración.
La población de Zumaya ronda los 9500 habitantes, concentrándose la mayoría de ellos en el núcleo urbano, pero tanto dentro como fuera del casco existen barrios dispersos. Entre los que se encuentran en las afueras destacan San Miguel de Artadi y Oikia.
San Miguel de Artadi se levanta sobre una colina entre preciosos encinares y desde su iglesia se divisa hacia el norte una hermosa panorámica de Zumaya, el río Urola y el mar. Desde el mismo lugar, pero esta vez mirando hacia el sur, podemos ver el barrio de Oikia, con su iglesia de San Bartolomé. Pero hay un tercer barrio en la carretera de San Sebastián hacia Bilbao, llamado Narrondo, al igual que el río que pasa por él, y cuyos terrenos están divididos entre Zumaya y Cestona.
Los espectaculares acantilados de la costa occidental de Gipuzkoa esconden un singular tesoro natural: millones de años de historia geológica escritos en sucesivos estratos rocosos que, a causa de la acción continua del mar, han quedado al descubierto. Lo más llamativo y espectacular de los flysch entre Mutriku, Deba y Zumaia, es la forma cómo estos se internan hasta trescientos metros en las aguas, a modo de un gran costillar.
Zumaia tiene dos playas, Itzurun y Santiago, así como varios lugares interesantes como la Casa Museo del pintor Ignacio Zuloaga, que contiene, entre otras, obras del Greco, Rivera, Zurbarán y Goya. Una vez en el casco urbano de la localidad encontramos la Iglesia de San Pedro, de estilo gótico vasco. Cuenta el templo con un magnífico retablo de Juan de Antxieta, única obra de este escultor vasco en Guipúzcoa.
Conserva Zumaia las huellas de una de las rutas del Camino de Santiago que la atravesaba, la conocida como Camino de la Costa, que procedente de Irun se extiende sobre el litoral cantábrico.
Hay incluso algún historiador que cita el barco de pasaje que unía la villa con la ermita de Santiago, hospedaje habitual de los peregrinos que iban hacia Compostela, entre las fuentes de ingreso más destacables de Zumaya en el siglo XVI. La ermita de Santiago y el estudio de Zuloaga, hoy convertido en museo, forman un conjunto único, a la entrada de la localidad. En la capilla sobresale su claustro románico.
Hay incluso algún historiador que cita el barco de pasaje que unía la villa con la ermita de Santiago, hospedaje habitual de los peregrinos que iban hacia Compostela, entre las fuentes de ingreso más destacables de Zumaya en el siglo XVI. La ermita de Santiago y el estudio de Zuloaga, hoy convertido en museo, forman un conjunto único, a la entrada de la localidad. En la capilla sobresale su claustro románico.
A continuación el reportaje fotográfico.
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1976. Corriendo el Cross de la S.D. Pulpo de Zumaia.
Nota: Las imágenes antiguas han sido copiadas de la Página Web del Ayto. de Zumaia.
El resto de las imágenes son propiedad del autor del blogg.
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