La ezpatadantza
es un baile de origen extremadamente antiguo e indatado, puesto que se
desconoce cuándo se comenzó a ejecutar. Según Mª Elena Arizmendi, el privilegio
de realizar este tipo de danzas ante la Virgen es de 1539, lo cual no quiere
decir más que en ese año la autoridad eclesiástica asumió y permitió ese rito,
que se venía ejecutando antes.
En la
actualidad, se ejecuta en nuestra población de forma previa a la celebración de
la Misa Mayor en los días clave del 2 de julio y del 15 de agosto, fiestas patronales
moderna y antigua, en los importantes templos de Santa María de Zumarraga (La
Antigua), sede parroquial hasta el 14 de octubre de 1576, y Santa María de la
Asunción, templo parroquial desde entonces.
Una de las
grandes citas del folklore gipuzkoano tanto por la danza como por el lugar
de interpretación, en la ermita de la “Antigua” de Zumarraga, es sin duda una
de las mejores muestras de nuestro patrimonio popular.
El día dos de
julio es día grande de las Fiestas de Santa Isabel en Zumarraga y gran
parte de sus vecinos se preparan para subir al Santuario de la Antigua en las estribaciones
del Beloki.
Los días
previos se celebra la novena a la Virgen. Numerosos fieles acuden a la misma.
Es muy grande la devoción que se tiene por la Virgen de Santa María de
Zumarraga. Muestra de ello son la cantidad de velas que esos días iluminan la
imagen.
Desde primeras horas de la mañana, los
txistularis con sus alboradas, avisan del inicio de la fiesta. Una vez reunidos
en la plaza, con los txistularis a la cabeza, los dantzaris en formación por
detrás y la Corporación Municipal, con el alcalde al frente, comienza la
ascensión al santuario. Parte del vecindario se va uniendo poco a poco a la
comitiva.
La primera parada será en la Parroquia
donde el cura párroco se une a la marcha y se sigue hasta el Barrio de Eitza.
La ermita de San Gregorio repica su campana cuando se acerca la comitiva. Una
vez en el caserío Tantelu se rompe la formación y se sube libremente hasta el
caserío Eliz-Alde, donde se vuelve a formar para llegar juntos a la ermita.
Una vez arriba la corporación hace el "hamarretako". Va a comenzar la
misa mayor y los txistularis tocando un Zortziko
avisan
a autoridades y dantzaris para que se acerquen a la iglesia. Los dantzaris
hacen arco y pasan las autoridades primero, luego los txistularis y finalmente
los capitanes de la danza y deshaciendo el arco el resto de los dantzaris. Se
acercan todos hasta el altar y, ya está todo listo para que se repita el
ritual.
Cuando el sacerdote está ya en el altar comienza
la danza. Está compuesta por un buruzagi o capitán y dos
filas de espadas largas tras él, de cuatro dantzaris cada una. Detrás otros
tres dantzaris con puñales cortos, los azkendariak,
esperan para bailar ante la Virgen.
Los que llevan las espadas largas visten el
tradicional traje blanco con pantalón largo, sin embargo el buruzagi
o capitán y los tres azkendariak llevan pantalón
hasta debajo de las rodillas y de color rojo en tela satinada.
Se complementa
el vestuario con medias blancas, zapato ligero negro con un adorno floral en su
empeine, corbatín, cintas en los brazos y banda cruzada de color rojos.
Colocados ante el altar mayor comienza el buruzagi
a bailar lanzando una serie de patadas al aire y pasos a ras de suelo.
Seguidamente, uno de los azkendariak, arrodillado ante
la Virgen, ejecuta el juego de las espadas cortas; tajos arriba y abajo, a
izquierda y derecha. Luego el capitán da paso, uno a uno, a los otros dos azkendariak
que repiten el mismo baile. Acaban bailando los tres azkendariak
y el buruzagi a la vez.
Sin duda, este baile tiene una simbología
especial. Hay varias teorías sobre su significado.
Una de ellas es la que
afirma mostrar a los habitantes de Zumarraga el valor o la importancia de las
principales personas de la población, quienes expresaban de aquella forma su
valía y destreza en público, a fin de que los que presenciaban el espectáculo
supieran quién y qué importancia tenía el que aquellos movimientos ejecutaba,
así como el linaje del cual procedía.
Más tarde, esos movimientos serían imitados
el resto del año por los más jóvenes para regocijo del público. Lizarralde
señala a la danza como «jeroglíficos de un rito hierático, simbología en acción
de una mentalidad arcana y bellos motivos para tallar relieves historiados en
un templo que se quiere dedicar en Gipuzkoa al augusto nombre de la Andra
Mari».
Para Gorosabel tiene un significado mucho más concreto: «la ofrenda
anticipada que los guerreros hacían a la Virgen antes de sus experiencias
militares, o bien una acción de gracias para esas mismas guerras después de sus
victorias». De todas formas, «nada hay que confirme esta creencia popular, y es
posible que sea, simplemente, un acto de homenaje nacido de la religiosidad de
los habitantes de la villa».
En el intento de buscar antecedentes de
esta curiosa forma de expresión, Larramendi señala que esta danza es una
ofrenda al Señor, de la misma forma que David danzó delante del arca en la
precesión que se hizo para traerla desde la casa de Obededon a Jerusalén,
vestido de un ephod de lino blanquísimo. Danzó con todas sus fuerzas,
practicando cuantas habilidades pudo, y siendo rey tan guerrero, lo hizo con su
espada en la mano, acompañado por sus marciales cortesanos. Tanto Ignacio
Belaustegui como 'Peña' Basurto dan idea de que esta danza puede tener
antecedentes guerreros, recogiendo el primero de ellos que pudiera haber sido
comenzada tras la batalla de Beotibar, a la que acudieron gentes de esta
tierra, festejando ante la Virgen el triunfo alcanzado.
Arizmendi señala que la danza «pudo ser un
homenaje póstumo ofrendado en época gentilicia ante un túmulo funerario.
Los brazos terminados en espadas parecen perforar el infinito, formulando mágicos conjuros. Quizás para empujar el alma del difunto por nuestro pueblo en época pagana y conductora de las dos almas supremas del amor y de la muerte».
Pero,
además de las teorías existentes sobre su
significado, podemos señalar algunos datos más sobre esta danza, de la
cual poseemos los primeros datos directos en nuestro Archivo Municipal en
1628-1629, cuando ya aparecen documentados los músicos y
dantzaris que la ejecutaban,
fundamentalmente referidos a pagos realizados por el municipio con ese
motivo. También de ese siglo son
las primeras anécdotas, como la pelea protagonizada en 1656
por dos dantzaris, el 'guía'
Bartolomé de Ibarguren, y el
dantzari Juan de Alzola, la cual llevó a la cárcel al
agresor.
También
tenemos presente lo ocurrido en 1762,
cuando ante la no asistencia de
dos de los dantzaris, Francisco y Juan de Izaguirre, y
siendo Francisco el 'guía',
hubo de suspenderse la danza,
hecho por el cual el Alcalde ordenó el encarcelamiento de
ambos.
Los sucesos en cuestión tuvieron
lugar el 15 de agosto de 1762. Los díscolos se llamaban Francisco y Juan
Izagirre. No aparecieron al baile y, en vista de ello, el resto de los
dantzaris decidieron no bailar. El alcalde, Joseph Antonio de Yarza, se puso hecho
un basilisco cuando conoció los motivos por los que el baile no había
comenzado. Le ordenó al alguacil que fuera a donde se encontraban y los llevara
al ayuntamiento. Pero parece ser que no tenían muchas ganas de escuchar el
sermón del alcalde. Tomaron por el pito del sereno al alguacil y se dirigieron
a casa.
El pobre alguacil volvió a donde el
alcalde y contó al primer edil lo que había sucedido. Yarza montó en cólera: le
ordenó al vilipendiado agente de la ley que volviera a donde los Izagirre y, haciendo
valer su autoridad, los detuviera. Pero parece ser que para los dos rebeldes no
había más autoridad que la suya propia. Se burlaron de la orden de detención y
le dijeron al ninguneado municipal que se presentarían después de comer.
Los Izagirre cumplieron su palabra
y, tras llenar la tripa, se presentaron en el ayuntamiento y el alcalde los
encerró en un despacho de la casa consistorial. Después, hizo todo lo que
estaba en sus manos para llevarlos a juicio y solicitó al secretario del
Ayuntamiento que recopilara toda la información posible.
El secretario preparó un informe de
quince páginas. Apuntó hasta el más mínimo detalle, pues el juicio era muy
importante para los vecinos. “Unos zumarragarras que no quieren bailar la
ezpatadantza... ¿Cuándo se ha visto eso? ¿A dónde vamos a ir a parar? Aunque
con ese apellido... ¡a ver si van a ser de Villarreal!”, pensarían los vecinos.
El secretario, en su informe,
recogió los nombres de todos los ezpatadantzaris de aquel año y las
declaraciones de varios vecinos. Entre ellos estaban el teniente de alcalde
Ignacio de Egaña, el juez Francisco de Alzola, el regidor Agustín de Zaldua y
el testigo Francisco de Etxeberria.
El licenciado Manuel de Goikoetxea
declaró culpables a los dos dantzaris, por no cumplir las órdenes del alcalde y
por realizar comentarios inapropiados. Les salió muy caro el no haberse
comportado como buenos zumarragarras: Goikoetxea ordenó al alguacil que
requisara sus posesiones.
En 1972 la Policía dejó en libertad
a un joven de Zumarraga para que pudiera bailar la ezpatadantza. Vaya con los
hermanos Izagirre... Ni Franco se atrevió a hacer lo que hicieron ellos: ¡dejar
a los zumarragarras sin ezpatadantza!
Con
el paso del tiempo la danza decayó en nuestra población,
siendo mantenida viva por los maestros ordiziarras, a
los que continuaron y siguieron vecinos de la
villa como Saturnino Echevarría o
el también maestro de txistularis Martín Elola,
seguidos años más tarde por Julián Zabaleta y José Odriozola,
quienes siempre gozaron del acompañamiento de
los txistularis de la villa, encabezados durante años por Pascual
Ocariz.
Desde aproximadamente 1970 es
el grupo de danzas Irrintzi el encargado de
ejecutar esta danza, manteniéndola viva, y
coadyuvando, de ésta forma, a que Zumarraga,
pionera en tantas labores, recuerde año a año una de
nuestras principales costumbres.
Terminado
el acto se sale en procesión con la imagen de la Virgen y se hace un recorrido
alrededor de la ermita. Al termino de esta, los dantzaris, se quedan fuera de
la iglesia y mientras dentro. Finalizada la misa se baila un Aurresku y se vuelva a repetir la Ezpata
Dantza, pero esta vez
es la llamada "de calle", en la que no hay partes danzadas de
rodillas y es prácticamente igual a la gipuzkoana tradicional. Después viene la
comida popular, romería y alegría hasta bien entrada la tarde.
Hacia las ocho de la tarde al
toque del Zortziko
las autoridades hacen la visita de despedida a la Virgen y comienza la bajada
al pueblo con el mismo orden y protocolos que hicieron la subida. Una vez en el
Ayuntamiento se hace nuevamente arco a las autoridades y cuando aparecen en el
balcón consistorial se baila, otra vez, la Ezpata Dantza de calle finalizando así la fiesta
del día. Realmente hermosa.
(Las fotografías
anteriores han sido bajadas de www.lenbur.com y parte del texto pertenece
a Diario Vasco 15.08.2006 por Anton Arbulu entonces Alcalde de Zumarraga)
Recordar que el día quince de
agosto, día de Nuestra Señora de la Asunción se repite el ritual ante la Virgen
de la parroquia con unos protocolos semejantes a los que rigen el día de la
Antigua.
Las siguientes imágenes
fueron tomadas por mí el 15.08.2012, en el ritual que se hace tras la Misa
Mayor en Euskadi Enparantza, siguiendo la tradición.
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